Muchos de nosotros podemos recordar, desde que tenemos uso de memoria, haber escuchado profecías aterradoras sobre las amenazas que vienen, como la desaparición de los recursos que consideramos básicos para el desarrollo de nuestra sociedad. Siempre están a punto de desaparecer y siempre estamos al límite de algún tipo de emergencia o situación irreversible que obligará a tomar medidas drásticas e inimaginables.

Se ha vaticinado la desaparición de la tan necesaria gasolina desde principios de los 90, incluso antes, aprovechando todas las crisis de abastecimiento que han existido. En esos momentos, el combustible desaparecería a principios del próximo siglo. Cuando llegó ese tan esperado día (y seguíamos con reservas de combustible más que suficientes), afirmaron que en una década les daríamos la razón. 2010 llegó, y se volvieron a equivocar. Y, por supuesto, 10 años después de que advirtieran exactamente lo mismo, podemos comprobar que siguen errados.

Con todos estos presagios, iniciaron un ciclo imparable en el que han incluido todos los recursos posibles: metal, madera, electricidad,… a los que siempre les dan una fecha de muerte, con el único objetivo de «asustar» a los inexpertos y provocar un cambio en la sociedad. No les ha servido nunca, ya que los mayores avances y esfuerzos, que siempre les quitan la razón, han venido a la fuerza de dos vías: inversión en el ingenio humano y la comodidad del usuario.

Nuevas técnicas, nuevos procesos

La auténtica clave para entender por qué siempre los cálculos de éstos «videntes» acaban tan errados, es el desconocimiento y negación de todo avance en la extracción, distribución y uso de estos recursos. También los que se realizan para descubrir nuevas maneras de cultivar, procesar o aprovechar los suministros disponibles.

Granjas verticales en Indiana, agricultores sostenibles en el Amazonas, sistemas de reciclado que pagan al usuario, … El ritmo al que se descubren nuevas maneras de vivir y trabajar reduciendo nuestra huella de carbono es pasmoso. Gracias a los nuevos métodos de comunicación y una mayor cobertura por parte de los medios (existen incluso medios consagrados a fomentar y cubrir este tipo de invenciones). Todos los días podemos comprar o probar algo nuevo a costes muy bajos en nuestras casas y oficinas para mejorar nuestra huella energética sin generar una gran incomodidad. Una palabra que, obviamente, tratamos de evitar a toda costa en nuestro día a día.

El cambio (cómodo) hacia la sostenibilidad

Intentemos recordar cómo trabajábamos hace 10 años. Imprimíamos todos nuestros documentos, íbamos siempre a la oficina, usábamos muchos más elementos no reutilizables,… Seguramente, si muchos de nosotros observamos nuestro entorno laboral, nos haremos estas preguntas con seguridad: ¿Imprimo menos? ¿Cuánto tiempo paso en la oficina? (y podríamos hacernos más). La respuesta para ambas preguntas, en la mayoría de los casos, será afirmativa, especialmente para aquellos teletrabajando.

Si comparamos las tasas de reciclado actual y los niveles de concienciación ecológica con los de hace 20 años, cuando se empezó a animar desde los gobiernos a ello, veremos un claro aumento en la mayoría de los países desarrollados. En España, por ejemplo, el porcentaje de plásticos de uso doméstico reciclado ha ido aumentando progresivamente desde 1999 hasta el día de hoy. Hace 20 años, muchos ciudadanos lo consideraban una pérdida de tiempo, hoy separan sus residuos casi sin darse cuenta y conciencian hasta a los más pequeños de la casa.

Los vehículos eléctricos tampoco son el producto más novedoso (los primeros modelos datan del S. XIX), pero nunca habían calado entre los consumidores debido a la increíble comodidad que siempre han supuesto los coches convencionales de gasolina y diésel. Todo eso puede estar a punto de cambiar. Con la aparición de marcas como Tesla, BMW o Toyota (un auténtico pionero de la venta de este transporte al público) con diseños estéticos y económicos y la creación de una inmensa red de puntos de carga, analistas de UBS proyectan que:

• En 2024 se alcanzará una paridad aproximada entre los vehículos tradicionales y eléctricos en coste de compra para los usuarios
• En 2030, cerca del 50% de ventas de coches nuevos provendrá de la venta de coches eléctricos

La comodidad del ciudadano como decisor clave

El ser humano es un animal de costumbres, como hemos dicho: nos resistimos al cambio, especialmente si implica más trabajo por nuestra parte. Para animarnos a reciclar, se promocionaron los cubos de reciclaje domésticos y se instalaron puntos de reciclaje a pocos metros de nuestras casas. Para usar menos los vehículos personales, se ampliaron los servicios de transporte público y grupal (incluyendo servicios como Uber). ¿Qué tienen en común estas medidas para condicionar nuestra manera de actuar? Son opciones cómodas para no provocar un cambio brusco, que seguramente la mayoría rechace de manera total.