Los planes de vacunación contra el COVID-19 han quedado relegados a un segundo plano, para que los intereses generales se vuelvan a centrar en recuperar la producción y abastecimiento de bienes y servicios a los ciudadanos y trabajadores. Reactivar la economía se ha vuelto la prioridad. Atrás han quedado los informativos, periódicos y titulares abriendo con noticias relativas a la pandemia. Las perspectivas económicas han tomado de nuevo el asiento principal, gracias a la urgencia de la actuación de todos los participantes.
Sin embargo, las secuelas de poco más de un año con la economía prácticamente en dique seco se están empezando a hacer patentes. Uno de los síntomas más importantes a nivel global es la falta de suministros. Muchas industrias, por tanto, se están viendo frenadas a la hora de producir bienes. A su vez, los clientes tienen más complicado encontrar las pocas existencias disponibles.
Sin suministros, sin actividad
Materiales como metal, cartón, madera o semiconductores. Productos como maíz, café o papel. No importa el tipo de producto que necesites, lo más probable es que tengas problemas para encontrarlo. La compra en cantidades innecesarias y un posible aumento de costes no hacen más que exacerbar la situación.
Las previsiones no son muy positivas, ya que algunos pronostican que la falta de recursos se puede prolongar e incluso superar las peores crisis de abastecimiento de años anteriores, con el Logistics Managers Index norteamericano (un medidor algo desconocido, basado en encuestas a jefes de suministro corporativo) en uno de sus niveles más altos de los últimos años, indicando serios problemas en tres campos principales: inventario, transporte y almacenado.
Como se puede observar en la gráfica, existe un aumento generalizado en los costes de inventario, almacenado y transporte. Este mes supuso el segundo nivel más alto en la historia del LMI. Según describe la propia web, esto se debe a tres razones:
- Una capacidad de almacenamiento limitada
- Costes más altos de transporte
- Niveles récord en el precio de mantener inventario (almacenar los productos no vendidos)
En el territorio español, uno de los ejemplos más recientes lo ha mostrado Renault. Debido a la falta de semiconductores, esenciales para la industria, tuvo que anunciar el cierre durante dos semanas de sus fábricas. Con este mensaje, la cifra de ensamblajes perdidos ascenderá a aproximadamente 100.000 vehículos. Internacionalmente, empresas como Microsoft, Sony o Dell ya han anunciado retrasos en el abastecimiento de hardware.
Los clientes, también implicados
La otra cara de la moneda en esta falta de bienes son los compradores. En palabras de Jennifer Rumsey, CEO de Cummins, “los clientes compran lo que presenta demanda”. El miedo a no encontrar más adelante productos ha llevado a mucha gente a comprar aquello que considere susceptible de desaparecer de las tiendas. No es poco frecuente buscar cualquier producto y descubrir que ya no aparece en las webs oficiales. La única alternativa, en muchos casos, parece ser comprar de aquellos que aprovechan la oportunidad. A mayor coste, por supuesto. Los «scalpers» (así se conocen) de muchos productos se han vuelto problemáticos. Tal es así, que muchas empresas ya luchan para hacerles frente.
Todo este compendio de problemas, a su vez, supone una enorme ventaja para ofrecer alternativas reales. En el caso de los proveedores de servicios en la nube, por ejemplo, puede ser muy importante. Qué mejor ocasión para conocer clientes que necesiten más almacenamiento. Al no encontrar servidores físicos, tendrán que acelerar su migración de datos a la nube o arriesgarse a una pérdida de información. También es un gran momento para las redes sociales, con un perfil de comprador más interesado en leer contenidos y escuchar propuestas que le ayuden a compensar las pérdidas.
Se avecinan tiempos difíciles, pero que también pueden implicar una grandísima oportunidad a los que sepan aprovecharla.
