En las últimas semanas, la tensión entre China y Australia se ha intensificado, ¿la razón? Una guerra comercial, con un claro acelerante en la imposición de aranceles a los productos importados desde el país oceánico. La consecuencia (o una) muy destacable, es la bajada de exportaciones en las explotaciones mineras de Queensland, que han alcanzado un mínimo de los últimos 4 años.
El carbón ha entrado en una fase crítica en los últimos años. Todos los países desarrollados (o una gran mayoría de ellos) han anunciado que van a intentar eliminar el carbón de sus vías de producción energética. Según Reuters, España se ha unido a la Powering Past Coal Alliance. Una fundación que cuenta, de momento, con 133 miembros, 23 de ellos siendo gobiernos nacionales como Montenegro o España.
No debe suponer ninguna gran sorpresa la inclusión en este plan: el propio gobierno español ya ha publicado dos planes de futuro (España 2030 y 2050), donde delineaban un claro objetivo de eliminar los recursos no renovables como mayoristas del esquema energético nacional. Otros países, como Estados Unidos, aunque han prometido ir limitando su dependencia de combustibles fósiles, aún no dan plazos exactos. Reino Unido, por otra parte, al igual que España, sí que ha dado objetivos y expectativas: en el caso del país norteño, esperan eliminar el uso de carbón por completo para 2024; para España, el plan es reducir el uso de este combustible en un 85% para el próximo año.
Un año de más emisiones tras uno muy estático
Como todos sabemos, el año pasado fue particularmente único en todos los sentidos. El confinamiento domiciliario cambió radicalmente todo, incluyendo las perspectivas de contaminación y consumo energético. En 2020, tuvimos una caída histórica de las emisiones de carbono, que los expertos avisan de que lo más probable es que esas cifras se reviertan a final del año, aunque se mostraron positivos por el aumento de uso de energías renovables. Spencer Dale, de BP, aclaró que «todavía estamos muy lejos de eliminar el carbón de nuestras vidas».

En un estudio publicado en E&E news, la industria del carbón ha crecido sustancialmente (lo llaman Coal Party por algo), para alcanzar la demanda creciente de energía eléctrica durante este año. El precio se mantiene estable alrededor de los 140$ por tonelada. Hace una década que el carbón no mantiene un precio tan estable, pero no es la misma situación: actualmente contamos con más regulaciones y desincentivos al uso de combustibles fósiles, lo que obliga a la evolución del modelo de negocio. Un ejemplo de esto es Arch Resources (anteriormente Arch Coal), que anunció en abril de este año su transición a la industria metalúrgica.
El papel de China, clave
Si hablamos de la explotación y uso de carbón, tenemos que mencionar a China. El gigante asiático es el mayor productor mundial de este combustible, con cerca de un 50% de la producción total mundial. A día de hoy, la inmensa mayoría de sus ciudadanos dependen del carbón para sus vidas. Sin él, no pueden cocinar, calentar sus casas o incluso encontrar trabajo, ya que todas las industrias del país también usan este recurso como motor principal.

Xi Jinping, el actual presidente, ha cambiado su postura con respecto a las emisiones en los últimos años, pero siempre al ritmo que mantenga sus intereses a salvo. Eso no quiere decir que sus declaraciones y sus acciones estén siendo, en ocasiones, totalmente incongruentes.
A lo largo de los últimos años, nacional e internacionalmente, ha afirmado, por ejemplo, que China estaba trabajando para hacer sus ciudades más modernas y «verdes», o que iba a alcanzar la neutralidad de carbono en 2060. Sin embargo, el gigante asiático no ha dejado de invertir en plantas de carbón en África y Asia incluso con la frenada económica del COVID-19. En los últimos años, China ha anulado prácticamente los esfuerzos de Europa y EEUU con la creación de más plantas de este tipo.
¿Qué depara el futuro para la energía?
Los objetivos que se han marcado los países europeos no dejan de sorprender, ya que Europa produce alrededor del 7% del carbón total disponible, unas 580,7 millones de toneladas. Unas cifras que si se comparan con India y China, los países con la mayor tasa de contaminación mundial, son ridículas. Es imposible intentar cambiar el mundo sin que estos dos últimos se sumen a esos esfuerzos. India ya ha declarado más de una vez que no cuenta entre sus prioridades, con una población en constante aumento y que espera una mejor calidad de vida que la de sus padres.

Europa y EEUU, aunque deben seguir en esta vía de buscar energías más verdes, no pueden cambiar tanto el escenario objetivamente como plantean sus gobernantes. La mayor parte de los grandes residuos que observamos en las campañas publicitarias de empresas y ONGs vendrán, con total seguridad, de la zona asiática y africana. Países que no cuentan con ningún tipo de concienciación ecológica y que tienen problemas para abastecer a su población de los bienes que necesitan.
Sólo cuando haya una conciencia real y mundial con respecto a la sostenibilidad del planeta, con todos los países involucrados, se podrá hablar de estar consiguiendo auténticos éxitos en la lucha contra la contaminación mundial. Una clave que, esperemos, entiendan pronto todos los participantes en este juego.