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20 años del 11-S: ¿Qué cambió en nuestros vuelos?

20 años del 11-S: ¿Qué cambió en nuestros vuelos?

Este sábado, día 11 de septiembre, se cumplieron 20 años de uno de los mayores atentados del mundo moderno. Ese mismo día, en 2001, se sucedieron cuatro secuestros de aviones comerciales y su posterior choque en objetivos en terreno norteamericano. El atentado costó la vida a 3000 víctimas y dejó efectos en nuestras vidas que podemos seguir notando a día de hoy.

Dos de las consecuencias más destacables fueron, en primer lugar, el cambio de estrategia del ejército estadounidense en los países de Oriente Medio, donde se multiplicaron los esfuerzos (también de ejércitos europeos). Hace pocas semanas vimos la conclusión de una de las operaciones más lanzadas por estos ataques: la ocupación talibán de Afganistán tras dos décadas de intervención estadounidense. Una conclusión a un conflicto que todavía debemos observar que resultados arroja en el resto de la diplomacia mundial.

La segunda consecuencia es bastante más perceptible por muchos de nosotros: el cambio de paradigma que hubo en todos los aeropuertos tras el incidente. Un aumento en la seguridad y control en los aeropuertos que cambió de la noche a la mañana la forma de volar de todos.

Los primeros cambios tras el 11-S

El 11-S no fue el primer atentado que puso en evidencia la necesidad de mejorar la seguridad aérea. Para los expertos en el sector, el atentado en Roma de 1973 fue clave para demostrar que los aviones comerciales eran susceptibles de ataque. En esa ocasión, los atacantes se cobraron 34 vidas tras secuestrar un avión de Pan Am y de Lufthansa, dirigiendo hasta Atenas el segundo.

Los secuestros aéreos de los aviones del 11-S que impactaron contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington fueron un auténtico jarro de agua fría en la Casa Blanca, en ese momento presidida por George W. Bush. Sean O´Keefe, miembro del gabinete durante el incidente, relató en la CNN cómo se sucedieron los hechos en la vivienda presidencial, y el cambio en la mente de todos frente a la seguridad aérea. Esa misma mañana, 19 secuestradores habían atacado cuatro vuelos comerciales tras pasar los controles de seguridad e identificación en sus respectivos aeropuertos. Harían todo lo posible para evitar que eso se repitiera.

Foto de archivo: pasajeros desembarcando de un vuelo comercial. 1980

Tan rápido se buscó oficializar los cambios en los controles de seguridad en los aeropuertos, que en cuestión de dos meses el congreso estadounidense aprobó la Ley de Seguridad de la Aviación y el Transporte. Junto a ella se creó la TSA (Administración de Seguridad en Transporte), que asumió las responsabilidades de seguridad en las aerolíneas y aeropuertos. En cuestión de 1 año, ya contaba con 60000 empleados. Por supuesto, los controles de seguridad también mejoraron. Entre otras muchas normativas, con el reglamento estadounidense se aprobó:

  • Una Lista de Exclusión Aérea para evitar el vuelo de los pasajeros «con riesgo»
  • Todo pasajero mayor de 18 debe estar identificado en todo momento
  • Toda arma potencial, como los objetos punzantes, queda fuera del avión

A su vez, todo el personal del aeropuerto, que antes contaba con muy poca formación para sus puestos, pasaría a ser extensamente formada en detección de explosivos y riesgos potenciales. Además, se hizo obligatoria la presencia de la policía en los controles de seguridad, que en situaciones de riesgo podía contar incluso con asistencia del ejército.

Los cambios se siguen sucediendo

Para 2006, la seguridad aérea estaba claramente marcada como uno de los puntos clave en la lucha contra el terrorismo. En Europa, si nos fijamos en este archivo de El Mundo, se habían sucedido 11 ataques de alto coste humano desde el relatado anteriormente en Roma. En todos ellos, se seguían empleando materiales explosivos y armas blancas o de fuego. Por tanto, había que seguir mejorando el nivel de seguridad.

Las restricciones actuales sobre los fluidos y sus recipientes provienen de ese mismo año, tras un complot frustrado a Al Qaeda. La obligación de inspeccionar el calzado, aunque comenzó en 2001 tras el intento de prender sus zapatos por parte de Richard Reid, también se hizo general en 2006. Los detectores de metales pasaron a ser de uso común a principios de la década anterior, y en verano de 2017 se aprobó que todos los dispositivos electrónicos debían pasar por seguridad, sin importar el tamaño. Actualmente, se busca implementar el reconocimiento facial en todos los aeropuertos norteamericanos y el COVID obligó a instalar cámaras de temperatura.

Y los cambios no llegaron solo en los aeropuertos. A bordo de los aviones, se cambiaron las puertas de la cabina, prohibiendo el acceso a todo personal no autorizado, y aumentando el número de «Air Marshals». En la situación de que éstos no puedan responder a la amenaza, se les permite a los pilotos portar armas siempre que tengan licencia.

Si tienes interés en conocer la línea temporal de la seguridad aérea desde el 11-S, la página web de la TSA es bastante descriptiva de los eventos más destacados hasta ahora, tanto de atentados como de su respuesta contra ellos.

Seguir evolucionando para proteger y servir al pasajero

Uno de los puntos discutidos durante todos estos cambios, llegando a provocar debates entre organismos gubernamentales y asociaciones de consumo, es la experiencia del consumidor. Con cada control nuevo, se ha ampliado el tiempo que los pasajeros deben reservar antes de subir a un avión. Donde antes se podía llegar media hora antes al vuelo, ahora se recomienda llegar una hora antes (o más). Si un pasajero no tenía que preocuparse al preparar su maleta, ahora debe recordar todas las normativas para el equipaje. Siempre se ha empleado la seguridad como argumento pero ¿habrá un punto en el que a los pasajeros no les parezca suficiente?

Si buscamos información sobre los costes, el presupuesto para la TSA en 2021 alcanza los 8240 millones de dólares. Cada año se destina más y más dinero, y ha sufrido críticas desde dentro de la propia agencia. Algunos consideran que se mantiene una «performance» para dar una falsa sensación de seguridad. Otros, como David Pekoske (administrador en la TSA), echan mano de las estadísticas para demostrar que la inversión merece la pena.

¿Cuál será la próxima clave, entonces, para las aerolíneas y los aeropuertos, junto a la que ya comentamos en Las nuevas experiencias de compra en los aeropuertos? La estabilidad de los empleados comienza a ganar fuerza como punto a considerar. Después de hacer frente a la crisis aérea surgida de la pandemia, muchos trabajadores se encuentran abatidos y temen por su empleo. Por suerte, parece que ambas organizaciones invierten aún más para evitar perder mano de obra y ya han emitido comunicados pidiendo paciencia hasta que se estabilice el tráfico aéreo. ¿Tendrán suficiente margen para salvar el negocio? Todo parece indicar que sí.

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